sábado, 29 de octubre de 2011

Arquitectura moderna


El espacio urbanístico del siglo XIX
Para Zevi en este siglo no aparece nada innovador en arquitectura, se concentra en Europa y señala que la importancia de este siglo está en los espacios urbanísticos. Se hizo necesario afrontar los fenómenos generados por la Revolución Industrial, nos enfrentamos al problema del espacio urbano, del espacio externo.
La planta libre y el espacio orgánico en la Edad Moderna
El espacio moderno se funda en la planta libre, las exigencias sociales plantean a la arquitectura el problema  de la vivienda obrera y campesina. La arquitectura moderna vuelve a tomar el sueño gótico de los espacios y del contacto absoluto entre espacio externo y espacio interno.
Las paredes divisorias interiores ya no responden a funciones estéticas, pueden adelgazarse, curvarse, moverse libremente, lo que crea la posibilidad de conectar los ambientes. El espacio moderno resume la voluntad gótica de una continuidad espacial y “descarnadura” edilicia, pero no como objetivo final, sino como consecuencia de una reflexión social.
Reanuda la experiencia barroca de paredes onduladas y del movimiento de volúmenes, pero no lo hace por los ideales estéticos, sino por consideraciones funcionales, que aligeran la imagen barroca sustituyendo masa de muros por tabiques sutiles y ligeros, de vidrio o material aislante. 
Las dos grandes corrientes espaciales de la arquitectura moderna
Las dos corrientes fundamentales de la arquitectura moderna son el Funcionalismo, que surge en Estados Unidos con la Escuela de Chicago entre 1880 y 1890 y encuentra su formulación en el arquitecto suizo-francés Le Corbusier, y el movimiento organicista protagonizado por Frank Lloyd Wright.
Ambas corrientes tienen en común el tema de la planta libre, pero lo entienden en formas completamente diferentes: racionalmente la primera y orgánicamente y con “plena humanidad”  la segunda. Esta distinta actitud de composición es visible si comparamos la Villa Savoie de Le Corbusier y la Casa de la Cascada de Wright.
Le Corbusier empieza con una malla estructural, un cuadrado ritmiado regularmente por columnas, encierra el espacio en cuatro paredes con ventanas continuas, las divisiones no son estáticas sino que pueden moverse. En la gran terraza del primer piso hay una gran pared de vidrio que se abre totalmente y el espacio exterior coincide con el interior. Una rampa sube a la terraza superior rompiendo el edificio, uniendo los niveles.
En el Pabellón de Barcelona de Mies Van der Rohe los elementos estructurales permanecen rígidamente geométricos pero el volumen arquitectónico se descompone. El espacio continuo se corta por planos verticales que nunca forman figuras cerradas, sino que crean una fluencia ininterrumpida en la sucesión de los ángulos visuales.
La arquitectura de Wright se centra en la realidad palpitante del espacio interior y al contrario de Le Corbusier tiene un fuerte apego por la naturaleza. La planta libre para él es el resultado de una conquista que se expresa en términos espaciales, partiendo de un núcleo central, (el hogar) y proyectando vacío en todas las direcciones. El espacio orgánico es rico en movimientos, en perspectiva, en indicaciones direccionales. La ornamentación prefiere jugar con la intersección de materiales diferentes: paredes estucadas al lado de paredes de madera, hormigón armado con piedra natural y vidrio.
Las distintas interpretaciones de la arquitectura
Sobre Villa Savoie: sin la cuarta dimensión, del cubismo, a Le Corbusier no se le hubiera ocurrido situar la casa sobre pilotines, ni igualar las cuatro fachadas, rompiendo la jerarquía de la representación en perspectiva. Por la idea del cubismo de representar al objeto desde todos sus lados.
Frank Lloyd Wright estudia la naturaleza de los materiales, y eso es explorado en su máxima expresión en la Casa de la Cascada: la terraza al vacío generó un conflicto entre Wright y sus obreros que se negaron a sacar el último palo que la sostenía, entonces el arquitecto tomó un pico y lo sacó él mismo.
La interpretación formalista: principios a los que debe responder la composición arquitectónica según las estéticas tradicionales.
-unidad: toda composición tanto en planta como en frente debe tener un carácter de ligazón entre todos sus componentes.
-simetría: equilibrio de los edificios formales, de carácter axial. Edificios asimétricos, como el pabellón de Barcelona de Mies, la casa de la cascada, el edificio de Bauhaus, para responder al canon de unidad deben obedecer a la ley del equilibrio.
-equilibrio o balance: simetría en arquitectura aformal, sin ejes. Es necesario que a uno y otro lado haya masas de un mismo “peso”.
-énfasis o acentuación: en cada composición es necesario un centro de interés visual.
-el contraste: la unidad debe entenderse como síntesis de elementos contrarios. Para que un edificio sea vivo debe tener contraste entre líneas horizontales y verticales, vacíos y llenos. Para una expresión plena se necesita la prevalencia de uno u otro elemento.
-proposición: es el medio con el cual se subdivide un edificio a fin de alcanzar las cualidades de la unidad, del balance, del énfasis, del contraste.
-escala: es el elemento esencial en el juicio arquitectónico, significa la dimensión relativa al hombre.
-expresión o carácter: tiene que ver con qué debe expresar la arquitectura.
-verdad: en el terreno de la verdad expresiva es muy fácil incurrir en equívocos asociativos y simbólicos.
-propiedad: por ejemplo la propiedad de un piso es poder caminar sobre él.
-urbanidad: nuestra época está rodeada de edilicia que no puede llamarse urbana, es monótona, todos quieren llamar a atención dando como resultado una algarabía vana.
-el estilo: es la lengua del dibujo.